sábado, 9 de febrero de 2008

Pequeños Budhas


Lourdes ha llegado. Cuando la veo me veo a mi mismo durante los primeros días. Para que viera también el otro Katmanthu ayer paseamos por los barrios. Casi entra en estado catatónico estético y se convirtió en una máquina de hacer fotos. Yo, gracias al tiempo que llevo siendo máquina, pude disfrutar solo de estar ahí. Aunque al pasar por las tiendas de sedas y brocados, las joyerías, las tiendas de especias, las de cacharros de cocina, las de juguetes, las rituales, los carritos, las especializadas en bodas, las de pigmentos y tintes, las de botones... siempre me pongo nervioso. Tengo que convertir mi compulsión en placer. Aveces lo logro.
Al mismo tiempo oímos música cerca y nos acercamos. Dos niños llevados en brazos por sus madres con la cabeza rapada y la esvástica de color amarillo en la frente, vestidos de seda roja y bajo parasoles de brocados se preparan para el ritual budista de consagración en pequeños budhas. Hay en este valle algunas castas en las que nacen diosas vivientes y budhas vivientes. Realmente aquí casi todo es posible aunque suene a eslogan turístico. Yo ante lo cercano de la vuelta estoy empezando a digerir tantas sensaciones. Mis compañeras proponen salir del valle a ver la montaña. Yo me quedaré aquí en mi ciudad.

jueves, 7 de febrero de 2008

Ganesh

Ganesh. Mis compañeras de viaje me empiezan a llamar así, María lo inició, por la suerte que estamos teniendo cuando hemos ido a Nagarkot para ver al completo toda la cordillera del Himalaya. Perfectos los días, claros y soleados con las montañas al alcance de la mano. El sitio, q, antiguo y pequeñito dedicado a Shiva y su compañera Parvati era la corona de nuestro hotel. Yo feliz. Las personas que vamos conociendo me llaman “ el hombre feliz”. Aquí se valora mucho la sonrisa y a las personas que se ríen. Ante los problemas los nepalíes se ríen a carcajadas para ahuyentar el mal.
Con ellos he jugado a un juego nepalí que consiste en hacer malabares con un palo largo forrado con cuero y flecos del mismo material que se maneja con otros dos mas cortos. No quiero parecer presumido pero se me dio bastante bien.También jugué a dar patadas a una madeja de gomillas negras y pasarlas al compañero. Esto se me dio fatal pero nos reímos mucho. Mis compañeras mientras estaban pintando. Yo solo he pintado una mancha roja con dorados y no creo que pueda hacer nada más. No puedo concentrarme en un papel blanco cuando todo a mi alrededor llama mi atención poderosamente. Puedo estar horas mirando solamente, pero se que tengo que hacer algo para corresponder al regalo de Shivendra. Realmente estoy teniendo mucha suerte. ¿Ganesh el querido por las mujeres? ¿me crecerá la trompa?.
Nos levantamos a las cinco de la mañana para ver la salida del Sol, Surya Udaeko, en lo más alto de la zona. Cuando llegamos al lugar hay otras personas esperando ver lo mismo. Los japoneses y norteamericanos que miran las montañas. Un grupo de personas de India mira la impresionante salida del Sol. Surya Namaste.

Y miles más

Más fotos indescriptibles

Anfitriones

Amistad

María es la perfecta embajadora en Nepal. Conoce a mucha gente y si no la conoce, la conoce. Por ella he conocido a Rajani y Shivendra. Ella es empresaria y diseñadora de ropa y el diseñador gráfico. Rajani tiene una mirada triste y fuerte, te mira dentro y te sientes visto realmente. Shivendra es la sonrisa dulce, infantil, madura, la risa. Después de la cena en el restaurante Rajani nos invitó a cenar en su casa el sábado. Yo quedé con Shivendra en visitar su estudio para enseñarme sus trabajos. Cuando vi lo que hacía recordé zonas creativas de mi memoria pasada, que probablemente yo apagué y entré en contacto con lo mas libre de mi, envejeciendo hacia atrás, hasta llegar a los 27. Con su mirada actual conecté de golpe con la libertad.
Todo comenzó en el supermercado, igual que en España y muy diferente. Cuando llenas tu carro sales del super, sin pasar por caja, a la fruta, flipas con las frutas y verduras que hay, y vuelves a entrar para pagar la compra. No hay policías ni seguridad. Los nepalíes son así.
Seguimos a la casa de Rajani. El camino y la zona es de nueva autoconstrucción; su casa es bonita. Para entrar hay que descalzarse y todo tiene moqueta y fría humedad. Allí vive una familia que cuida la casa y una chica alemana que hace negocios en la ciudad. También está la hermana pequeña de Rajani de una belleza espectacular y una mirada ante la que es imposible quedar indiferente. La comida, un banquete realmente, estaba buenísima y todo era casero. Ensalada de brécol con tomate y zanahoria, pollo con crema de leche, guisantes guisados con verduras y muy especiados, patatas hervidas con cilantro, espinacas cocidas con algo que no se que es, deliciosas. Y algo que me sorprendió: al terminar se sirve un vaso de agua caliente. Yo, naturalmente, lo tomé y me sentó muy bien. Nosotros compramos el vino, rioja malo, y dulces que no se tocaron. Comí por primera vez la fruta del tamarindo con un signo de amistad muy especial.

lunes, 4 de febrero de 2008

Estrellas de Swayambhu



Llegando al templo nos encontramos con muchísimos niños que esperaban a los turistas para que les hiciéramos fotos. Lo divertido para ellos es verse después en la pantallita de la cámara. Son simpáticos y felices. Se les ve trabajando, muy pequeños, sonrientes y en ese momento puedo imaginarme a mis padres en su infancia.

Swayambhu


Swayambhu. Monkey Tempel. Camino del templo, amaneciendo, comenzaba un funeral en el complejo religioso del día anterior. El cadáver estaba sobre una piedra especial cubierto, blanco y amarillo, sobre un lecho de juncos. Pasamos con respeto por su lado con la sensación dolorosa de todas las despedidas vividas y seguimos.
Seiscientos escalones, monos por todos lados, más limpio el aire y... una energía que cura el alma y el cuerpo. Estaba ahogándome a chorros subiendo la interminable escalera y fue poner el píe sobre la plataforma del templo y sentir que te han puesto el urbason más potente que nunca te hayan puesto. En la bajada música y tambores de una boda. Saris maravillosos, trajes de chaquetas, pasteles, olor a comida especiada. Entramos en el templo para ver la ceremonia. Todos los colores son posibles, todas están bellísimas. Ellos, al estilo occidental, pierden terriblemente. Hay un matrimonio mayor que llega y se les pone en el centro en unas hamacas y yo les saludo con respeto, Namaste, y recuerdo las bodas con mi abuela Flora, siempre en el mejor lugar, siempre presente. El día 8 de febrero es el año nuevo tibetano. Felicidades Flora.
Volvemos a pasar por el complejo religioso y todo es blanco, un blanco imposible en esta ciudad. Todo está de luto. El hijo del difunto o la difunta aparece, blanca la ropa y el pañuelo, con las cejas rapadas y el “tika” amarillo. El cadáver esta ya en el templo recibiendo el saludo de los presentes. Por unos momentos la belleza de la ceremonia me distrae del verdadero significado de lo que veo, un gemido profundo me saca del trance, me siento fuera de lugar y, accidentalmente, faltando el respeto.